«EL ESFUERZO», EL REY DE LOS VALORES.
El instinto de supervivencia llena de vida la naturaleza, el esfuerzo está siempre presente; sólo necesitamos observar de cerca: aquellas hormigas que corren ansiosamente con pesadas cargas para abastecer sus graneros, la perrita que se mantiene siempre a la acecho para proteger a sus cachorros o aquella planta que se resiste a desaparecer y brota de nuevo a pesar de haber sido troceada; son ejemplos. Todos los seres vivos nacen y crecen luchando para sobrevivir y el hombre no es una excepción, pero éste, a diferencia del resto, tiene la capacidad de desplegar su raciocinio introduciendo criterios de lógica y rigor para cuestionar sus comportamientos. El esfuerzo ligado a la racionalidad humana es un valor básico, global, indispensable, vital…, es en mi opinión el «Rey de los Valores», ya que si lo tenemos bien activado será fácil despertar a otros: trabajo, responsabilidad, perseverancia, ilusión… tan necesarios para vivir y al mismo tiempo disfrutar de la vida.
Podemos definir el «valor del esfuerzo», en el sentido más positivo, como aquellas acciones o actitudes de los seres humanos que sirven para activar la fuerza necesaria para superar los obstáculos que la propia vida plantea; eso sí, con pleno convencimiento de respeto en la tierra y los seres vivos que habitan. Gracias a este esfuerzo la humanidad avanza sin parar cultural y tecnológicamente. Pero por desgracia el hombre no siempre se ha comportado de manera respetuosa con su entorno, a menudo aprovechando su fuerza ha creado y crea destrucción. ¿Cuál es la manera de evitarlo? Sólo hay una: La educación. Nelson Mandela lo definió de manera contundente, «La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo».
Es necesario educar la fuerza mental, la mente, como cualquier músculo se desarrolla con el uso y el ejercicio constante. La cultura del esfuerzo lo tenemos que ir trabajando cada día, como una semilla que germina y crece para convertirse en una planta con sus raíces, hojas y flores. «Vale la pena esforzarse» para construir una sociedad más democrática, más justa y sobre todo mucho más humana. En una época con tantas crisis como la que vivimos (económica, educativa… y sobre todo de valores) no nos toca más remedio que pensar que «sin esfuerzo no conseguiremos nada», y por lo tanto es del todo necesario espabilar y aprovechar las capacidades que seguro todos tenemos. Muchas veces culpamos a los demás que las cosas no salen como quisiéramos, pero debemos ser conscientes de que el esfuerzo lleva a buenos resultados si la actitud es positiva y bien orientada a lo que nos proponemos. En este sentido James Allen (1864-1912), considerado como uno de los pioneros del pensamiento moderno, dijo estas palabras: «No podemos alterar ni evitar el desconcierto en las cosas físicas del mundo ni manipular a nadie según nuestros criterios, pero sí que podemos hacer el esfuerzo de alterar, modificar y perfeccionar las cosas interiores de nuestra mente para vencer los obstáculos. Las circunstancias del mundo en que vivimos no están en contra nuestra; están aquí para ser superadas y sólo si hacemos este esfuerzo de superación crecer y madurar».
El valor del esfuerzo a menudo nos hace descubrir que lo más importante no es el resultado sino el camino que hemos tenido que recorre, paso a paso, hasta llegar al objetivo deseado. La satisfacción de llegar a esta meta con esfuerzo es máxima y nos ayuda a crecer como personas. Por desgracia nuestra sociedad, y la del mundo occidental en general, en los últimos años ha entendido que «el estado del bienestar» consiste casi exclusivamente en tener capacidad económica para adquirir bienes materiales, sin darse cuenta de que de las cosas que más disfrutamos son aquellas que conseguimos con esfuerzo.
Es importante que haya jóvenes con ilusión y entusiasmo para hacer realidad sus sueños y proyectos a pesar de las adversidades que se puedan encontrar para conseguirlo. Así pues la formación es un factor clave porque los hará menos manipulables y al mismo tiempo les proporciona recursos para afrontar la realidad, pero, al margen de cualquier titulación académica, será imposible prescindir de valores tan necesarios como: «el afán por aprender y el ética del esfuerzo».
Estudiar y formarse es necesario para afrontar mejor las circunstancias personales y laborales. En este sentido tanto en la familia como en la escuela tienen el gran reto de preparar la educación básica de los más jóvenes; teniendo en cuenta que en cualquier proceso educativo no deben faltar las materias más esenciales como puede ser leer y escribir, pero sin olvidar la finalidad última de la educación: Preparar debidamente a las personas y dotarlas de las herramientas necesarias para afrontar plenamente los problemas que la vida plantee y, seguro, el esfuerzo estará siempre presente.