EL DERECHO A LA DESOBEDIENCIA
¿Sin actos de desobediencia el mundo actual sería tal como es ahora? Jordi Armadans, director de «Fundació per la Pau», en un escrito en la revista Valors, responde la pregunta: «¡No! Es evidente que el mundo no nació con derechos humanos, democracia, respeto a las minorías … De hecho, hasta hace poco las mujeres no podían votar, los negros estaban en condiciones de esclavitud, los pobres estaban en estado de marginación, etc. El imperio de la ley nunca ha sido asociado con la justicia, en absoluto. , incluso a veces, el imperio de la ley ha servido para aplastar la propia justicia. por tanto, es evidente que desobedecer las leyes ha sido una forma para ensanchar la democracia, los derechos y las libertades «. En este sentido podríamos citar un montón de personajes que, en diferentes momentos de la historia, desobedecieron leyes injustas por el bien de la humanidad: Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela, … y; en un terreno mucho más cercano y anónimo todos recordamos, por ejemplo, el movimiento de objeción de conciencia que se hizo en nuestra tierra al final de la dictadura militar y que provocó que la Constitución Española incorporara la objeción de conciencia como un derecho de las personas.
A pesar de todo; los ciudadanos ante una o varias leyes que consideran injustas, seguramente llevados por el miedo a represalias y multas de las autoridades, en general adoptan actitudes poco reivindicativas. La actitud de los más conformistas podría ser la obediencia ciega; es decir, obedecer al pie de la letra la ley sin entrar en valoraciones. Esta actitud puede ser buena en muchos casos; pero nefasta cuando están en juego derechos y libertades, ya que la falta de razonamientos críticos puede servir para dar alas a todos aquellos que están interesados en perpetuar las injusticias. Hay otro grupo de ciudadanos que, aunque no está de acuerdo en unas determinadas leyes, no quieren comprometerse y adoptan una actitud de frivolidad: por un lado muestran predisposición a la obediencia; pero, en el fondo, buscan la «trampa» para no obedecer por completo. Estas actitudes, muy presentes entre nosotros, no son dignas de un Estado democrático como quiere ser el nuestro, ya que, al contrario de lo que ocurre en una dictadura, las leyes deben razonar y pactar; por tanto, en caso de injusticias, el colectivo afectado tiene derecho a quejarse pacíficamente y, llegado el caso, a hacer uso de la desobediencia entendida como valor humano.
El valor de la desobediencia se adquiere cuando un determinado colectivo de personas rechaza de forma clara y publica las leyes injustas; y, a la vez, asumiendo las consecuencias de sus actos, trata de forma pacífica encontrar soluciones sin conseguirlo. Como dice Jordi Armadans: «La desobediencia se aplicará cuando la autoridad ya no escucha y no muestra ninguna intención de cambiar». En este mismo sentido, una gran mayoría de catalanes reivindicamos unos derechos que consideramos legítimos y España no muestra ninguna intención de escuchar. ¿Seremos capaces de llegar hasta el final y asumir las consecuencias? ¿Como lo ves? Espavila’t.