Nos toca vivir de lleno «El juego de las emociones».
¿En qué consiste este juego? pues; de alguna manera, lo podemos definir como una herramienta educativa que se basa en representar físicamente expresiones emotivas desde la misma experiencia y desde la de los otros, como por ejemplo la alegría, la tristeza, el miedo o tantas otras emociones humanas, para hacer una valoración y extraer conclusiones. Cada vez son más los centros educativos que basándose en este juego trabajan la educación emocional de los más jóvenes. Y; mira por donde, de repente los sobresaltos que vivimos, como consecuencia del llamado «proceso catalán» nos han llevado a identificarnos plenamente en este juego. Las represiones y los recortes de derechos y libertades, el «mono tema», como dicen algunos, generan constantemente discusiones encarnizadas entre personas que expresan sus opiniones en medio de toda una serie de emociones llenas de prejuicios, miedos, y ilusiones, venganzas… que seguramente no dejan indiferente a nadie.
Las emociones son la respuesta de cada uno a los acontecimientos de la vida. Esta respuesta es fruto de la combinación de un conjunto de factores innatos como pueden ser instinto, conciencia, impulso… y, a la vez, componentes frutos del aprendizaje y la educación. Así pues, con la combinación de estos factores encontraremos personas con actitudes más apasionadas y fogosas y otras con conductas más reflexivas; pero estas emociones sólo llegan a ser realmente emocionantes cuando las podemos compartir con los demás. ¡Hay que vivir la vida con emoción!, dicen los entendidos; y para ello, hay que tener proyectos creativos vividos con entusiasmo. Dicho esto; seguramente todos estaremos de acuerdo en afirmar que la realidad que vivimos en Cataluña tiene una gran dosis de creatividad. Es, por decirlo de alguna manera, un inacabable juego de ajedrez que vivimos intensamente y en cada jugada se generan nuevas emociones que nos dan una información muy valiosa de nuestra manera de ser y sentir.
Los constantes alborotos acaecidos en nuestras casas desde el pasado octubre creo que, de alguna manera, han servido para reivindicar los derechos de ser más humanos; los derechos de expresar abiertamente nuestras emociones. Hicimos sentir rechazo por aquella actuación policial inapropiada; vergüenza por la politización de la justicia en nuestra casa y, a la vez, esperanza en las decisiones judiciales adoptadas por otros Estados implicados. Y así, en medio de todo un montón de sentimientos de miedo y falta de libertades, hemos entendido que ante un conflicto no sirve hacer como que no ha pasado nada, ni optar por el silencio, ni el lamento o las actitudes derrotistas; lo que hay es hacer frente a las injusticias y adoptar actitudes que generen optimismo porque los problemas que no se afrontan en el momento oportuno y de manera clara y abierta van creciendo a la sombra hasta el momento que explotan, complicando mucho más la situación .
Las emociones a menudo expresan negatividad; pero, con ilusión y esperanza podremos descubrir la fuerza transformadora y las capacidades de superación que todos tenemos. El esfuerzo siempre vale la pena. «Espavilem-nos»!