La Cultura del Bienestar y el Esfuerzo
En casa tenemos un gato, en realidad es una gatita, tiene unos quince años y para más señas os diré que es blanca y se llama «Nila». La tenemos desde muy pequeña y tengo que decir que nos la queremos mucho. La gatita ha vivido en un auténtico «estado del bienestar». No le ha hecho falta el esfuerzo por vivir. Lo ha tenido todo a su alcance, evidentemente se ha perdido todas las aventuras y alegrías del típico gato de calle.
Se pasa el día durmiendo sobre el aparato del TDT, aprovechando el calor que le proporcionan las nuevas tecnologías. Cuándo tiene hambre come cuatro granos de pienso que siempre tiene a su disposición en un lugar concreto y cuándo necesita hacer sus necesidades va a otro rinconcito debidamente acondicionado. Y así pasa los días, pero si alguna vez tiene algún problema de confort protesta con algunos «maúllos», de ninguna manera quiere renunciar a su bienestar. Es un derecho adquirido.
Siempre había pensado que Nila era una gata que, aparte de hacer bonito y compañía, no servía para nada más. Digo «había pensado» porque el otro día me demostró que a pesar del bienestar adquirido podía hacer el esfuerzo de sacar las uñas y comportarse como un auténtico felino. Os explicaré lo que pasó: Aprovechando algunos días de buen tiempo, Nila salió al patio y se puso a dormir bajo una planta como había hecho otras veces. Al cabo de un rato la vi muy inquieta, muy revolucionada y como si estuviera a la expectativa. Quería coger un dragón que se lo escapaba. Después de muchas carrerillas logró su objetivo, la presa ya era suya. A continuación Nila hizo lo que suelen hacer los gatos, jugar un ratito con su presa y clavarle un mordisco. Una vez acabado el ritual, Nila dejó el dragón muerto en el suelo y, con la satisfacción de haber hecho el trabajo bien hecho, se acurrucó delante de él. Era feliz, se le notaba. Yo estaba contemplando la situación y Nila con miraba fija, me había demostrado que aquella gata no era un muñeco para hacer bonito, también sabía hacer el esfuerzo de sacar las uñas; cosa que me gustó.
Mas tarde pensé con Nila y con la «cultura del bienestar» de nuestra sociedad. Como ella, nosotros también hemos disfrutado de muchas cosas que nos han sido dadas sin ningún esfuerzo. Lo consideramos como derechos adquiridos. Podríamos decir que el esfuerzo, no estaba muy bien visto, todo lo contrario.
Sin embargo, si las circunstancias lo requieren; podremos entender que un mínimo esfuerzo es necesario para salir adelante?. Sabremos encontrar las herramientas de motivación?.
Sabremos, como la gatita, saca las uñas?.
Espavila’t para esforzarte.