LA MANIFESTACIÓN FUE UN GRAN ÉXITO. VIVA CATALUÑA
Eran las cuatro de la tarde y hacía mucho calor. La estación estaba llena de gente con banderas que querían ir hacia Barcelona para participar en la manifestación. A la hora prevista, un tren lleno hasta los topes hizo parada en la estación y con mucho empuje pudimos subir. El calor, las banderas y el entusiasmo de la gente le daban un toque alegre y muy festivo. En medio de la bulla, había una familia con una niña de unos seis o siete años que protestaba de las incomodidades y no acababa de entender todo aquel alboroto. La madre, con el fin de entretenerla, le explicó una historia muy oportuna: «Hace muchos años había un hombre muy malo que no nos dejaba hablar en libertad, que tenía vigilantes y policías por todas partes y que por cualquier cosa nos amenazaba y a veces nos encerraba en la prisión. Después de la muerte de este hombre vinieron otros señores que, por sus palabras parecía que eran buenos, pero finalmente hemos visto que nos quieren engañar. Es por eso que vamos hoy a Barcelona todos juntos; para no ser engañados». La niña cogió la bandera que tenía su madre en las manos, la miró y plenamente motivada por aquellas palabras, la elevó. Su actitud no podía ser mes gráfica: Vale la pena hacer el esfuerzo de `ir a Barcelona. Yo también quiero ir. No quiero ser engañada.
El tren llegó a su destino puntualmente, como si él mismo tuviera prisa por no llegar tarde a la manifestación. La estación del Paseo de Gracia, por cierto bastante tercermundista, era un hormiguero de gente que, poco a poco y con muchas dificultades, iba saliendo a la calle.
Faltaban pocos minutos para las seis de la tarde, el Paseo de Gracia estaba lleno de gente con banderas y pancartas reivindicativas. Hacía mucho calor, por eso buscamos un agujero a la sombra. Nos colocamos al lado de la «casa Batlló, una joya arquitectónico de Gaudí. Con el fin de compartir aquellos momentos y a la vez hacer un poco de tertulia me puse a charlar con un señora que estaba a mi derecha, le dije: «Esta manifestación está resultando todo un éxito de participación. La gente ha hecho el esfuerzo de salir a la calle y pasar calor en lugar de ir en la playa». Y ella me contestó: «Perdone que no le hable en catalán, pero no se preocupe lo entiendo todo. Hace case cincuenta años que vivo aquí. Nos vinimos con mi marido, que en gloria esté, desde un pueblo de Extremadura. Quiero a mí tierra pero me siento plenamente catalana. Cataluña me lo ha dado todo: Trabajo, bienestar y unos hijos maravillosos. He venido a la manifestación cono uno de ellos, mi nuera y dos nietos. Mírelos que majos, aquí están». Y la mujer, muy preocupada, acabó diciendo: «Hoy siento mucho no hablar catalán, pero le prometo que pronto lo hablaré tan bien como Vd.». Y nos dejamos. La manifestación iba arrancando. La gran bandera y la Plana Mayor estaban delante de nosotros. Sin embargo, mientras tanto yo iba pensando en aquella buena mujer que por fin había encontrado la motivación de hablar catalán. En aquel momento quería hacer el esfuerzo de intentarlo.
La manifestación fue un éxito total. A quedado demostrado que la llama de la cultura catalana es perfectamente vigente. Cataluña es una tierra con una lengua y una historia muy propias. En una democracia llena y moderna como pretende ser la nuestra, ninguna Ley ni ningún Juzgado, por muy constitucionales que sean, no pueden recortar ni impedir Derechos fundamentales de todo un pueblo. Cataluña merece este esfuerzo. Espavíla’t.