«Ley del embudo»: para unos la parte ancha y por otros el estrecho
La sabiduría popular reconoce la «ley del embudo» en todas aquellas normas y obligaciones que imponen arbitrariamente los que tienen algún tipo de poder a sus subordinados pero que ellos mismos a menudo no cumplen. Es una «ley» muy presente en las relaciones humanas y hace que una misma norma pueda ser interpretada de manera amplia y generosa, es decir a lo bruto del embudo, cuando afecta a los privilegiados y de manera más o menos restrictiva, por caño estrecho, cuando se trata de aplicarla a los desfavorecidos. La ley del embudo viene de lejos. Va ligada al egoísmo del ser humano y ha sobrevivido a dictaduras y democracias. En nuestro entorno por ejemplo y como consecuencia de la crisis económica que vivimos, los que han tenido el privilegio de ejercer el poder han recomendado insistentemente al resto de mortales, a menudo con dificultades para llegar a fin de mes, esfuerzo de resistencia y control del gasto; mientras ellos mismos, pasando de todo, se han asignado sueldos astronómicos, indemnizaciones vergonzosas y pensiones vitalicias; y sin olvidar, las tarjetas opacas y dinero en paraísos fiscales. El resultado no puede ser más evidente: los poderosos ganan cada día más poder; los ricos dinero a patadas y los pobres más pobres.
Las relaciones entre Cataluña y España han sido también siempre marcadas por la «ley del embudo»; eso si, faltaría más, debidamente enmascarada con leyes más o menos «constitucionales»: De esta manera, y por imperativo legal, los catalanes tenemos que aportar a las arcas españolas y «a lo bruto» la recaudación de nuestros impuestos y luego, cuando el Estado español a hecho una selección escrupulosa y ha complacido a los privilegiados, nos devuelve poco a poco y con cuentagotas una parte. Los catalanes estamos hartos de este trato discriminatorio y queremos votar y decidir nuestro futuro; pero los gobernantes españoles se oponen, se aferran a todo lo que pueden para no soltar la teta que representa para España la aportación de los catalanes. Dicen que votar el futuro de Cataluña es inconstitucional, que eso lo tienen que decidir todos los españoles; por lo tanto una vez más, apelando al «embudo», consideran que los catalanes ya están bien como están y si no les gusta el trata que reciben: sencillamente, que se jodan!; pero eso si, por imposición constitucional que se queden!
Del doble juego de la «ley del embudo» no se libra nadie, ni siquiera la ley más divina que se conoce: «La ley de Dios»; eso si, convenientemente manipulada por el poder de los humanos. Por un lado esta ley reprueba y condena eternamente incumplir los dogmas y mandamientos más sagrados; pero por otro lado: mentir, difamar, robar e incluso matar en nombre de Dios, o de aquellos que lo representan, puede ser motivo de santidad.
Aunque a veces no lo parezca, el hombre tiene capacidades de raciocinio suficientes para distinguir las verdaderas leyes humanas de todo aquello que sólo sirve para favorecer los que tienen el poder. E. Godin, poeta y periodista francés, dijo: «Los pastores serán brutales mientras las ovejas sean estúpidas». Hacer frente a las leyes injustas y hacerse valer requiere esfuerzo. Espavila’t